martes, 7 de junio de 2011

Entrevista a Don Rorro

A continuación presentamos la entrevista hecha por Tania Digmann a Don Rorro, vocalista de la banda Sinergia:

Balmaceda 1250 es el centro Arte Joven, un espacio que queda detrás de la Estación Mapocho. Ahí, ensaya la banda Sinergia, el grupo de metal pájaro chileno que ha movido a sus seguidores con canciones como “Mujer Robusta” o “Te enojai por todo”. 
La entrada es amable, con dos guardias. Pero los pasillos son lúgubres, rallados con consignas que dicen “No al capitalismo” o “Piraña se pasea a Chile”. Cruzando esos pasillos, aparecen unas escaleras que parecen de película de terror. El contraste con las ventanas que dan a la impecable Estación Mapocho hace creer que se está en otro mundo. Al final de las escaleras está Rodrigo Osorio, Don Rorro, el vocalista de Sinergia que se pone calzas apretadas y jockey para tocar. 

Pero Rodrigo no está ni con calzas ni con Jockey. Pantalones de trabajo y una parca tipo Columbia que deja que por el cuello se asome el de una camisa que llevaría cualquier oficinista. Una mochila para llevar un notebook y zapatos negros perfectamente lustrados. 

Rodrigo saluda, cordial, conversa mientras me guía por esas escaleras con poca luz. Camina como si nada, como si ese lugar fuese su casa y luego se detiene en una especie de cafetería que cualquiera pensaría que es una sala de clases. Tiene un lunar en el lado derecho del labio que se mueve mientras habla, y a pesar de que su imagen en los videos y conciertos es de un hombre-niño delgado y pequeño, en vivo es diferente. Un hombre de voz ronca, alto y corpulento. Se ríe poco y no se parece nada al personaje que interpreta, y lo deja bastante claro. 

El hombre 

Rodrigo es de Conchalí. No tiene problemas en decirlo y hasta se enorgullece de pertenecer a esa comuna. Lo que más destaca es haber sido coordinador de la parroquia. “Comencé a ir porque era católico. Hice mi primera comunión y después mi confirmación y luego me pidieron que hiciera catequesis. Y de la catequesis pasé a ser coordinador parroquial.” Lo recuerda sonriendo, dice que fueron buenos momentos, que conoció mucha gente y que su fe no ha disminuido. “Formé personas en la iglesia y fue una etapa bonita”. 
Pero Rodrigo sabe que la iglesia no está bien. Sabe que no es la misma iglesia que él conoció y que, aunque se cometían los mismos crímenes, ahora se están transparentando. “Es bueno que se transparenten estas cosas, pero hay una cosa clara: la iglesia perdió su foco.” Sin embargo, mientras habla de su fe, se nota que es católico y que su creencia es fuerte. De hecho se alejó de la iglesia, no por dejar de creer, sino porque comenzó a hacer otras cosas. “Fue una etapa que ya quemé” 

Luego de terminar el colegio, Rodrigo fue a la Universidad Católica a estudiar Ingeniería Civil Eléctrica. Una de las carreras más difíciles dentro de la ingeniería y en una de las universidades más prestigiosas del país. “Fui fome. Era perno. Estudie y estudie”. Rodrigo no iba a fiestas, estudiaba y en los años programados por la malla se tituló. “Fue un periodo súper pacífico. Salí en el tiempo y mientras estaba haciendo mi memoria, me estaban ofreciendo pega”. La vida no se la hizo difícil y los esfuerzos rindieron. “Jamás he pasado un periodo de cesantía, y llevo quince años trabajando en la misma empresa”. 

Esa empresa es la Sociedad Eléctrica de Santiago S.A., sub-división de GENER, una mega empresa de energía, en donde ostenta el cargo de Gerente General. Sobre su trabajo, no queda más que decir que lo ama. “Me gusta mi pega”, es lo primero que dice cuando se le pregunta. Él partió desde abajo, como analista. Así fue creciendo y destaca que lo que más le gusta hoy en día es “es la posibilidad de hacer cambios. De generar cambio cultural en una organización o empresa”. Y sus relaciones laborales lo marcan. Como jefe, no se parece en nada a su canción “El Jefe”, porque para él “ayudar a la gente a ser mejor y uno mismo ser mejor, eso es espectacular. Yo he tenido la posibilidad de formar gente y ver cómo les va yendo bien.” De aquí nace su nombre, Don Rorro. “Era todo un lugar muy empaquetado, así con aire empresarial. Eran todos como pesados, entonces para romper el hielo y como habían muchos Rodrigos, empezamos a decirnos con un amigo ‘Don’- lo dice como con la papa en la boca – y de ahí salió el Don Rorro”. 

El hombre que es Don Rorro, es un hombre que es papá. “Una de las cosas más lindas que me ha pasado en la vida”. Y aunque no vive con la mamá de su hijo y él, siempre tiene tiempo para Tomás, “lo veo casi todos los días de siete a nueve y además los fines de semana”. Aclara que trabajar y la banda no es excusa para no tener una relación con su hijo. “Se trata de calidad en la cantidad. Además que tenemos gustos afines, así que la pasamos bien”. Tomás ha sido criado por su padre y madre. Rodrigo está al tanto de todo. Incluso cuando una profesora lo trató mal en el colegio, Tomás habló con su padre, “me dijo que se paró y solo fue donde la directora a que aclararan la situación, yo ni me metí, él ya tenía todo controlado”. 

Rodrigo es un amante de la cultura ñoña. De hecho fue a la primera Comic Con hecha en Santiago y le habló al público. “Me gusta la ñoñería. Probablemente podría haber pololeado mucho antes de no ser tan ñoño.” Se declara amante de Star Wars y dice que ha influido en su vida, tanto que hasta se lo inculcó a su hijo. Don Rorro además, piensa que estos espacios que se van abriendo en Chile, le dan el pase a muchos para sentirse cómodos. ” “Creo que es bueno que la gente sociabilice, sobretodo en el mundo que vivimos la cosa esté tan alienada y la gente independiente. Hay que aprovechar las redes sociales para que la gente que piense igual se ubique. Les hace bien es juntarse entre ellos, conversar y debatir, apoyarse entre ellos” 

Aunque no se parece a su personaje, a Rodrigo nunca lo han confundido en cuanto a su personalidad. “Yo creo que la gente habla conmigo cinco minutos y ya cacha como soy po’. No me ha pasado como que la gente esté muy disociada o que tenga una errónea imagen de mi”. Pero en cuanto a los carretes, la cosa es diferente. “Me pasa que cuando estoy carreteando y pasándola bien, y me toman como reventado. La gente tiene una pre imagen de uno peor de lo que uno es.” 

Y como buen músico que es, tiene sus gustos. Es fanático de los Beatles, pero como antes de hablar de cualquier música anglo, aclara “El rock chileno me gusta bastante. Sexual Democracia, Redolés, Teleradio Donoso…...Los Chancho…Me gustan como movimiento más que como músicos. Los tetas me encantaban cuando estaban en su mejor momento” 

El músico 

Haciendo malabares con su tiempo, a su trabajo y a su hijo, se le suma Sinergia. Sabe que hacen una fuerte crítica social, conoce muchos estratos socioeconómicos y dice que probablemente lo hace por ser oriundo de Conchalí. “Esto me lleva a tener un ojo bien agudo como para decir esto es una ridiculez y hay que cantarlo como tal”. Y aunque ha intentado hacer otro tipo de trabajos dice que “la vida solita te va mostrando cuales son las cosas que uno hace mejor. Lo importante es atreverse a hacer cosas, Yo he tratado de hacer cosas más románticas, pero siempre hay un productor que te dice que no funca, que es fome”. 
Su proceso íntimo con Sinergia, fue sin duda extenuante. “Fue un proceso súper demandante, porque uno no quiere que la cosa caiga, pero súper gratificante” Tan duro fue, que tuvo que ser hospitalizado de urgencia, teniendo que bajarse de una presentación en donde iban a ser teloneros de Living Colour. Por lo mismo, aunque se declara autoexigente, dice que hay un antes y un después de su enfermedad. “Tiendo más a disfrutarlo y no a repetir grandes éxitos. Si los tenemos bacán, pero no quiero terminar postrado”. 

Rodrigo no recuerda que estaba haciendo cuando sonó por primera vez una canción suya en la radio. Pero se acuerda perfectamente de la sensación “entre vergüenza ajena, orgullo y sorpresa”. Pero la canción que más lo chocó, fue la segunda que sonó en la radio. Y que tuvo mucho más peso. “Uno de los episodios que más recuerdo es que Mujer Robusta fue el tema que más sonó, y de verdad era impresionante que uno prendía la radio y que no pasaran más de veinte minutos y la pasaran de nuevo”. Se sonríe al recordarlo y su voz sube de tono, se emociona. Por un minuto se parece al Don Rorro que está en el escenario. Pero vuelve inmediatamente a su tono serio para aclarar; “Ahora hay que aprender a vivir con eso, porque después nosotros sacábamos una canción y yo no podía escuchar la radio porque pasaban veinte minutos y mi canción no sonaba. Entonces dices ‘puta que pasa que no suena la canción’ y llamai al manager, al productor, al sello… Y yo de eso, ahora me liberé”. 

Así como ama la música, es preocupado por ella. Cuando salió a discusión la Ley del 20% de música chilena, él fue uno de los primeros en pronunciarse. “Sonar en la radio y salir en la tele es lo que te marca la diferencia”. Por lo mismo, se declara a favor de la ley. Dice que la censura no va a existir y que “la verdad es que el día de hoy a la gente le están imponiendo lo que tiene que escuchar. La gente cree que probablemente tiene la opción, pero le muestran veinte canciones y se las repiten una y otra vez y ellos piden una de esas veinte canciones.” 

Don Rorro aparece en escena, dejando a Rodrigo de lado, y relata sus mañas. Dice que es un hombre de cábalas, que son importantes y que hay cosas que no tolera antes de subirse a un escenario. “No me gusta que fumen en el camarín. No me gusta que se beba antes de tocar. Me gusta estar tranquilo antes del show. Creo que tenemos que tener una instancia por lo menos para estar abrazados unos cinco minutos. Lo necesitamos”. Y así como necesita ese espacio, su peor recuerdo es cuando ninguna de esas cosas se cumplió. “Había una nube de humo en el camarín. Estaban las pololas, los amigos y los amigos de los amigos, y así, no hay intimidad” 

El hombre serio no piensa dos veces antes de decir las cosas. Pero en el fondo de Rodrigo a veces se asoma Don Rorro. Al fin de la entrevista se levanta y camina a la salida, sin antes decir “si andas en auto, me vas a dejar”. Se ríe y sin una gota de pudor se sube al auto. Hay que ir a dejarlo a Lira con Marcoleta, un edificio que parece de cualquier persona, menos de un rockstar.

1 comentarios:

Lucho Reyes 11 de junio de 2011, 0:31  

Ya, debo decir que la leí con un prejuicio contra el flaco
pero me sorprendió ah, es humano a fin de cuentas

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